Los venezolanos viajan a Medellín agarrando algunas con mayor fuerza que otras.
Fotos por
Alex Kormann, Nash Consing, Catie Dull
Gráficos por Brooke Fisher
Productores de campo Laura Trujillo Arango, Juan Ochoa, Maria Alejandra Cardona Aizpurua
Mientras los recursos escasean, la violencia sale a la vista, y la corrupción se hace presente de manera desenfrenada, los venezolanos se ven expuestos a la realidad de dejar sus hogares. Se ven forzados a dejarlo casi todo atrás en la búsqueda de una vida mejor y más segura. Sin embargo, algunos objetos son tomados con fuerza y aprecio mientras los individuos y las familias escapan del estado desasosiego y profunda confusión que ha sobrecogido a su país. Los venezolanos mantienen estos objetos cerca a sus corazones mientras mantienen la esperanza de que algún día su país sea de nuevo un territorio de paz.
Kiara Antonella Fariñas Rodríguez migró con su familia desde Maturín, Venezuela; a Medellín en mayo de 2018. Su familia no tuvo más opción que dejar su hogar en Venezuela a medida que el país cayó de manera cada vez más profunda en una crisis humanitaria que hizo que dejara de ser posible adquirir elementos básicos para su cuidado. Kiara viva con otras ocho personas, incluyendo a sus padres Oneidys Alejandra Rodríguez Fuenmayor y Richard Javier Fariñas Herrera. El conejo de peluche que toma en sus manos es uno de los pocos objetos que Kiara trajo consigo de su hogar.
Deylena Barboza y Jonathan Freites llegaron a Medellín en Julio de 2017. En Venezuela vivieron en Miranda, donde Deylena era abogada y profesora y Jonathan ingeniero civil. En Colombia, se vieron obstaculizados para continuar ejerciendo sus carreras debido a los procesos de homologación de títulos. Por eso, Deylena se encuentra asistiendo a clases en la Universidad de Antioquia para poder ejercer nuevamente, mientras que Jonathan trabaja como entrenador personal en el área de boxeo. El elemento más preciado que trajeron con ellos en este trayecto es la cobija que tienen en sus manos, porque les brinda una sensación de seguridad. Cuando no sabían a dónde se dirigían, sintieron que era necesario contar por lo menos con algo que los protegiera del frío. Aunque se sientes agradecidos de contar con la posibilidad de construir nuevas vidas con buenas posibilidades en Medellín, desearían nunca haber tenido que dejar su hogar en Venezuela.
Maríangel Castillo vive en un apartamento en Medellín con su esposo y sus dos hijos. Comparten este espacio con otra familia, pero no se ven perturbados por ello. Su esposo vino a Colombia antes que ella, posteriormente ella vino por algunos meses antes de regresar a Venezuela para dar a luz a su hijo. Estuvo en Venezuela por un mes antes de volver a Medellín. Tiene en sus manos un objeto religioso que trajo como una manera de recordar a su familia, dado que todos los miembros tienen uno similar, a la vez que es un fuerte elemento cultural de su hogar en Venezuela.
Andrea Blanco Rondón está sentada en su cama con sus hijos Lillian, Elisa y Andrés. Su familia llegó a Colombia alrededor de dos años atrás cuando se vieron incapaces de comprar elementos que suplieran las necesidades básicas de sus hijos. Antes de llegar a Medellín, estuvieron en Cúcuta y vendieron velas y bocadillos de guayaba. Después de un año, ahorraron suficiente dinero para los tiquetes de bus que los trajeron a Medellín. Vivieron en el barrio Santo Domingo, que está a un viaje en Metro cable del centro de la ciudad. La familia se siente agradecida de estar juntos y contar con buena salud en Colombia. Andrea trajo consigo una fotografía de su mamá.
Jedrileth Carolina González Roa y su pareja John Jairo Blandón Mejía posan juntos en su hogar en Medellín. Aquí comparten la casa con otros 6 miembros de la familia y amigos, incluyendo a Kiara, sobrina de Jedrileth. Vinieron a Colombia porque se vieron incapaces de seguir haciéndole frente a la situación en Venezuela. “La situación es muy peligrosa. Sales de tu casa y no sabes si vas a regresar. Daría lo que fuera por poder traer a mi familia aquí”, afirma Jedrileth. En caracas, compró unos pocillos para toda su familia, cada uno con una frase especial escrita en su interior. Los pocillos que tienen ella y John en sus manos son importantes porque les recuerda su familia y los buenos momentos que vivieron en Venezuela.
Ayerim Galue y su hija posan juntas en un centro comercial de Medellín, donde trabaja su esposo. Su familia llegó en octubre de 2018 y lo hizo por su hija Rebecca. Durante los recientes apagones en Venezuela, Ayerim no ha podido comer debido a la preocupación de no poder hablar con su madre en Venezuela y la constante pregunta de si ella ha podido encontrar alimentación allá. Ayerim trajo consigo de Venezuela un vestido de su abuela, que especialmente atesora debido a que su abuela fue quien la crio y recientemente falleció.
“Mi abuela me dijo: si no estoy ahí a medida que tu bebé crece, solo mira este vestido y recuérdame. Murió antes de que viniera y no puedo alejarme de esto”.
Ayerim Galue
Amalia Tarazona y su esposo Juan Carlos posan en la habitación de su apartamento en Medellín. Juan Carlos trabaja como chef y músico y regularmente no termina su jornada de trabajo hasta las cinco de la mañana. Llegó a Colombia hace cinco años y Amalia en el 2017. “Incluso si la situación se arregla, y hubiera diamantes y oro y lo que fuera allá en Venezuela, yo de todas formas no volvería. Teníamos muchas cosas allá y tuvimos que venderlo todo”, dice Juan Carlos, “pero las cosas materiales no son tan impostantes, lo que importa es que nosotros estamos bien”. Para continuar con su ocupación de Chef, Amalia y Juan Carlos trajeron con ellos su pimentero.
“Las cosas materiales no son tan impostantes, lo que importa es que nosotros estamos bien”
Juan Carlos
Elizabeth Tarazona vive con su hermana Amalia y su esposo Juan Carlos. Llegó a Medellín en julio de 2018 con su hijo, y tiene tres hijos más aún en Anzoátegui, de donde es. Elizabeth no trajo casi nada a Medellín, y se aferra a los recuerdos a la vez que sueña con regresar a Venezuela algún día. Aunque ella y su hermana son colombianas, vivieron en Venezuela durante los últimos veinte años y lo consideran su hogar. “Yo me siento más como una venezolana que una colombiana. Solo traje los recuerdos de mi hogar y tengo tres motivos para regresar”, dice Elizabeth, refiriéndose a sus tres hijos que aún están en Venezuela.
“Yo me siento más como una venezolana que una colombiana. Solo traje los recuerdos de mi hogar y tengo tres motivos para regresar”.
Elizabeth Tarazona
Los venezolanos han estado viajando alrededor del país para encontrar un mejor lugar para vivir. Más de tres millones de venezolanos han dejado su país, y muchos de ellos se han quedado en Colombia, país vecino. Colombia ha recibido más de un millón de venezolanos, y se presupuesta que para el 2021 una cifra cercana a los 4 millones de venezolanos podría estar viviendo en Colombia. Mientras que la presión financiera se ha hecho sentir en el país, el Gobierno ha mantenido sus fronteras abiertas, y los colombianos han acogido a sus hermanos y hermanas venezolanos en el país.