Las Mujeres

El Sacrificio de una Madre

El esfuerzo de una madre por proveer y reunirse con sus hijos.

ADVERTENCIA: Este artículo contiene información y descripciones de agresión sexual, abuso sexual infantil y contenido sexual que puede ser sensible para algunos.

Las bocinas de los carros y las campanas de las bicicletas estallan en los oídos de los turistas y transeúntes que pasan por la Plaza Botero.

Una brisa ligera sopla a través de las altas palmeras de la plaza. Es suficientemente fresca para aliviar el calor del sol, pero no como para dar escalofríos.

Pero en la tierra de la eterna primavera, el clima es impredecible.

Las estatuas de Fernando Botero delinean cada lado de la entrada de la plaza, creando una pasarela hacia el Museo de Antioquia. Detrás de una estatua de una mujer desnuda reclinada hay un pórtico donde los hombres comienzan a hacer fila al atardecer. Lo que sucede en este lado de la plaza es bien conocido por las mujeres venezolanas que trabajan aquí – aunque no lo quisieran.

“Hay personas que piensan que uno hace esto porque a uno le gusta o uno se siente bien”, dijo María, de 24 años, quien es una de esas mujeres. Pidió que no se usará su nombre real. “No sé de otras mujeres, pero en el caso mío, no me siento bien y no me gusta para nada”.

Vestida con pantalones cortos de mezclilla y una blusa verde camuflada, se sienta en este pórtico todas las tardes y hasta altas horas de la noche, esperando que los hombres pidan un rato.

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La Plaza Botero es reconocida por la estatuas del artista Fernando Botero. Él donó las estatuas a la ciudad en el 2002.

Esta madre soltera venezolana vive en Medellín sin permiso legal, lo que le da pocas opciones de trabajo. Mientras Venezuela enfrenta una grave crisis política y económica, varios países de América Latina han recibido una afluencia de inmigrantes venezolanos. Colombia recibió la tanda más grande en el último año, según un informe de la Organización Internacional para las Migraciones.

De 1.032.016 de venezolanos que emigraron a Colombia antes de septiembre de 2018, el 51,8% fueron mujeres según Caracas Chronicles, una organización de noticias y análisis en Venezuela. Muchos venezolanos, como María, se han visto obligados a recurrir al trabajo sexual debido a la falta de oportunidades económicas estables y bien pagas disponibles para los indocumentados en Colombia.

Según Colombia Reports, más del 35 por ciento de las personas involucradas en el comercio sexual de Colombia son venezolanas.

“Mi esperanza para el futuro es que se arregle mi país y que sea como hace muchísimos años atrás cuando yo estaba pequeña”, dijo Maria “que el sueldo alcanzaba para muchas cosas”.

Dejando el Hogar

En Guatire, un pequeño pueblo cerca de Caracas, Venezuela, María y sus dos hijas recibían apoyo financiero de su padre antes de que se desatara la crisis económica. Pero eventualmente ni siquiera él las pudo ayudar.

“Mis hijas me decían, ‘Mamá tengo hambre,’ y yo no tenía qué darles,” dijo Maria. “A veces le tocaba la puerta a un vecino para que aunque sea me diera un plato de comida para las niñas.”

En ese momento, se dio cuenta de que las cosas tenían que cambiar. La angustia de María se convirtió en su motivación para darle a sus hijas algo mejor.

“Vine para ganarme la vida y para proveerle una vida mejor a mis hijas”, dijo ella.

Ella le dijo a sus hijas, de 3 y 5 años de edad, que se iba a trabajar lejos pero que todavía estaría en contacto con ellas.

Momentos antes de su partida en un día angustioso en diciembre, la familia de María trató de distraer a su hija menor con leche y galletas mientras salía. Pero la hija de 5 años, sin embargo, sabía que se iba.

“¡Mamá, no te vayas!” gritaba y pataleaba, llorando. “¡Mamá, me quiero ir contigo!” Golpeaba la ventana, desesperada, mientras María se iba.

“Aun así yo me quedé parada, escondida, llorando con ganas de volverme”, dijo María. “¿Sí me extrañarán? Siempre pienso en eso, y si para dormir les hago falta.”

Para María, dejar a sus hijas atrás fue sólo el comienzo de muchos desafíos.

Cuando María intentó ingresar a Colombia a pie, los guardias de la frontera le pidieron que regresara más tarde porque el sistema de aduanas no funcionaba. En vez de esperar, María entró al país a través de un río cercano y su pasaporte no fue sellado. Ese sello es necesario para solicitar el Permiso Especial de Permanencia (PEP), pero sólo puede obtenerlo pasando por la aduana colombiana.

Por ingresar a Colombia sin permiso legal, María no ha podido solicitar el PEP, un documento que el gobierno colombiano emite para permitir que los venezolanos residan legalmente en el país por dos años, según Panas en Colombia, una iniciativa de El Tiempo, un periódico en Colombia.

Para convertirse en una ciudadana legal de Colombia sin el sello de pasaporte, María tendría que anotarse en el Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos. Pero la inscripción sólo está abierta durante ciertas épocas del año, y María tendrá que esperar hasta que la inscripción vuelva a estar disponible.

Sin el PEP, a María se le hace difícil encontrar trabajo. Mientras el PEP no le garantiza trabajo, muchos empleadores en Colombia lo exigen.

“Pedí trabajo, pero me dijeron que no porque los primeros venezolanos que llegaron a Medellín robaban, pero unos estamos aquí para ayudar a nuestro familiares”, dijo María. “Muchas [mujeres venezolanas] han pasado por lo mismo que yo y así cada una ayuda a sus familias”.

“Muchas mujeres venezolanas han cambiado su vida para hacer esto.”

Melissa Toro, directora de Las Guerreras del Centro, una organización en Medellín que trabaja para empoderar y resignificar el trabajo sexual y las trabajadoras sexuales

Además de tener que acostumbrarse a un nuevo país y buscar trabajo y vivienda, las desigualdades sociales persiguen a las mujeres a lo largo del proceso migratorio.

Las mujeres enfrentan discriminación, acoso, violencia de género y falta de acceso a los derechos sexuales y reproductivos. El 43 por ciento de las mujeres inmigrantes venezolanas tienen entre 18 y 29 años de edad. La edad, junto con su género, las expone a la discriminación y la estigmatización, según el Centro de Justicia y Paz, una ONG que promueve y defiende los valores democráticos, los derechos humanos y la paz en Venezuela.

Melissa Toro, directora de Las Guerreras del Centro, una organización en Medellín que trabaja para empoderar y resignificar el trabajo sexual y las trabajadoras sexuales, dijo que muchas de las trabajadoras sexuales que ella encuentra hoy en día han comenzado la práctica recientemente.

“Aquí tenemos un nivel de desempleo muy alto que es difícil para los inmigrantes indocumentados”, dijo Toro. “El trabajo sexual es el trabajo más informal porque no hay condiciones y solo necesitas tu cuerpo”.

A pesar de la legalidad de la industria en Colombia, las trabajadoras sexuales no tienen garantizados los derechos del trabajador. Las trabajadoras sexuales en Colombia deben recibir chequeos médicos obligatorios, según el Sexuality, Poverty and Law Programme (Programa de Sexualidad, Pobreza y Ley), un programa que proporciona ideas y opciones de política basadas en evidencia para alentar la reforma legal y enfrentar la pobreza. Sin embargo, el gobierno no hace cumplir estos requerimientos.

El estatus legal de la prostitución

La prostitución existe en un espectro legal. Utiliza el deslizador para aprender más sobre el estatus de la prostitución en Venezuela, Colombia y los Estados Unidos.

DEPENDE

ILEGAL

VENEZUELA

La prostitución es legal para mayores de 16 años.

Sabías que...

  • Una caja de 36 condones se vendió en línea por aproximadamente $755. Esto refleja el costo creciente del sexo seguro en Venezuela, lo cual ha causado aumentos en las enfermedades de transmisión sexual y el embarazo precoz.
  • Los traficantes sexuales han comenzado a apuntar a las mujeres venezolanas, por la mayor parte a las mujeres pobres e indígenas. Les prometen ropa, comida y alojamiento, lo cual las atrapa. Investigaciones sobre el asunto han revelado que el número de mujeres víctimas del tráfico sexual ha aumentado más del doble desde 2016.

Cuando llegó a Medellín, María comenzó a vender “confetis”, o dulces, en la calle. Vendía lo suficiente para pagar 10.000 pesos colombianos por una habitación que alquila con otras dos personas por 30.000 pesos a diario.

Sin embargo, María todavía pasaba hambre y se preguntaba si sus hijas hacían lo mismo.

Pasó un mes y María no estaba progresando mucho en traer a sus hijas a Medellín.

Un encuentro con un hombre venezolano le hizo darse cuenta de que tenía otra opción con la cual podría ganar más dinero rápidamente, pero a un costo mucho mayor.

Venezuelans in Medellín, Colombia

Maria posa en un calle en Medellín. Llegó a la ciudad en Diciembre del 2018 y espera traer a sus hijas pronto.

El Primer Rato

“Podrías ganar más dinero vendiéndote a tu cuerpo en Plaza Botero como las otras mujeres”, le dijo el hombre.

Días después, se encontró en una habitación de hotel con un desconocido venezolano. Fue el primero de muchos “ratos” para María.

Estaba atrapada en la cama con un extraño encima de ella. Se sentía aplastada por su peso, pero enfocó la vista en el techo. Físicamente, estaba allí, pero no mentalmente. Su cuerpo estaba adormecido, y se preguntaba, “¿Cuándo acabará?”

“No se de otras mujeres, pero en el caso mío, no me siento bien y no me gusta para nada.”

María, 24, migrante venezolana

Solo se supone que tardara 25 minutos, pero se sintió como toda una eternidad de incomodidad.

A medida que su peso se levantó lentamente de su cuerpo, un peso emocional y mental más grande cayó sobre María.

Sintió que el estómago se le llenaba de ácido y que tenía la piel mugrienta por culpa de él.

Salió corriendo al baño a tratar de lavarse el asco.

María se paró bajo el agua caliente y vaporosa por varios minutos. No logró sentirse limpia de nuevo a pesar de sus esfuerzos.

Salió de la ducha y miró fijamente al dinero que dejó el desconocido. Su mentalidad cambió, y la motivación de sus acciones salió a la superficie.

“Lo que hice fue llorar y pensar en mis niñas, si estaban comiendo o no, y que vine aquí para un mejor futuro”, dijo María. “Mi esperanza es traer a las niñas aquí para dejar esa vida”.

Se vistió, tomó el dinero de la mesa y se fue a casa.

Para María, su hogar en Medellín es una casa de huéspedes, una habitación donde alquila una pequeña habitación húmeda para compartir con otras dos. Débilmente iluminada por una bombilla en el techo, una cama dentro de un cajón de madera oscura y una almohadilla delgada junto a ella cubren tres cuartos del piso de baldosas de arcilla roja de la habitación. Las paredes blancas están sucias y la puerta angosta de madera marrón está cerrada, pero el ruido ruidoso que viene a través de ella no deja espacio para la privacidad.

Poco a poco, María sigue acostumbrándose a “esta vida”.

Su abuela llora al pensar en su nieta haciendo esto para mantenerse. Pero sus hijas creen que vende chocolates.

Los Límites de María

Ella comienza su día de trabajo a las 2 p.m. y casi siempre se pone pantalones cortos para atraer a más hombres. El único día que no trabaja es el domingo.

El empleado de la recepción del hotel ya la conoce. Al entrar, a María le entrega una toalla, una toalla de papel, jabón y un condón.

Por 20 a 30 minutos, María cobra COP $30,000. Antes de comenzar, los clientes deben colocar la mitad de su pago en la mesa.

El sexo sin condón no es negociable. Ella no realizará sexo oral ni permitirá que los clientes besen su boca o toquen su trasero. Si un cliente persiste, María le cobrará COP $10,000 extra para que le toque el trasero.

Pero los límites de María no siempre le impiden de sentir los riesgos del trabajo sexual. Una noche, un cliente que a ella no le gusta le ofreció COP $35,000. A pesar de sus sentimientos negativos hacia él, María aceptó.

a man takes a phone call at a train station in Medellín

Un hombre hace una llamada en la estación Berrío del Metro de Medellín. El metro es una de las formas más populares de transporte público en Medellín.

Pasaron unos 20 minutos y aún el cliente no había terminado. Estaba determinado a terminar, incluso si eso quería decir superar el límite de 30 minutos de María.

Ella le pidió que parara, pero él continuó. La obligó a tener sexo anal, violando otro de sus límites.

Cuando ya no pudo soportarlo más, lo empujó, escapando de su agarre. Cogió el dinero y salió de la habitación del hotel tan rápido como pudo.

“Me sentí violada y no trabajé por 10 días”, dijo María. “No me gusta pasar mucho tiempo en la habitación con la persona, porque no sé cuales son las intenciones de esa persona al estar en la habitación”.

Los riesgos de ser una trabajadora sexual pueden incluir acoso verbal, violencia física, agresión sexual y femicidio o violencia de género.

Para los migrantes venezolanos que se convierten en trabajadoras sexuales, el acoso verbal puede ser una forma de xenofobia.

A medida que aumenta el número de trabajadoras sexuales venezolanas en Colombia, la animosidad que sienten de las trabajadoras sexuales colombianas aumenta también.

Adriaan Alsema, fundador de Colombia Reports, dijo que es más probable que las trabajadoras sexuales venezolanas ofrecen sus servicios por un precio tan bajo como COP $40,000 (USD $12), tres veces menos de lo que cobra una trabajadora sexual colombiana. A los ojos de las trabajadoras sexuales colombianas, precios tan bajos están matando sus negocios.

“Las mujeres colombianas nos tienen rabia”, dijo María. “Yo trato en dónde estoy, ni conversar con nadie sólo hacer mi trabajo y con la mente positiva en hacer dinero.”

María dijo que algunos hombres también son xenófobos con ella porque saben que es venezolana.

En el caso de la violencia física, las trabajadoras sexuales muchas veces tienden a tener que hacer cosas o realizar actos que no quieren hacer. Toro dijo que algunas trabajadoras sexuales beben alcohol o consumen drogas antes del trabajo para entumecerse a las cosas que no quieren hacer.

Un factor común compartido entre muchas trabajadoras sexuales es una historia de abuso sexual en la infancia.

Durante parte de su infancia, María vivió con su madre y su padrastro. A la edad de 16 años, su padrastro intentó violarla.

Cuando finalmente se lo contó a su madre, no le creyó a María.

“Ella me dijo que era mentira”, dijo María. “¿Que pretendía yo? “¿Que si iba a dejar a mi padrastro por mi?”

Toro dijo que la mayoría de las víctimas de los recientes femicidios de Medellín han sido trabajadoras sexuales.

“En el 2018 hubo 41 homicidios a mujeres, de los cuales el 56 por ciento fueron femicidios, de los cuales el 86 por ciento se realizaron en El Centro, donde está la zona de tolerancia más grande de trabajo sexual”, dijo Toro. “Nadie termina pagando por ellas, porque se hacen en moteles a los que no les conviene que se sepan esas cosas, por lo que se convierten en cómplices de sus asesinatos”.

El Centro se encuentra en el mismo barrio que Plaza Botero, donde trabaja María.

Toro dijo que estas mujeres generalmente son vistas como un producto que la sociedad consume, y esto contribuye a la invisibilidad del problema.

“El problema es invisible; ni siquiera las reconocen y no hay interacción “, dijo Toro. “Ni siquiera puedo decir que son tratados mal porque el problema es invisible”.

Conoce Los Términos

La mayor diferencia entre la prostitución y el tráfico sexual es que la prostitución es voluntaria, mientras que el tráfico sexual se basa en el uso de la fuerza. A menudo, las prostitutas se convierten en víctimas del tráfico sexual porque se encuentran en situaciones vulnerables. A menudo, los turistas sexuales explotan a los menores de edad o contratan a víctimas del tráfico sexual.
Haz clic en los partes del diagrama de Venn para aprender más.
Prostitución Tráfico Sexual Acto sexualhecho con finesde lucro TrabajadoraSexual TurismoSexual TrabajadoraSexualInvoluntaria TurismoSexual Prostitución: Participar en la actividad sexual con fines de lucro. Tráfico Sexual: alguien usa la fuerza, el fraude o la coerción para causar un acto sexual comercial (que incluye pornografía, prostitución y desempeño sexual a cambio de un artículo de valor). Turismo Sexual: Viajes organizados específicamente para, o planificados por, los viajeros para facilitar la obtención del sexo. Trabajadora Sexual: Alguien que vende su cuerpo por sexo; Un eufemismo moderno para una prostituta. Una trabajadora sexual involuntaria también es llamada víctima de tráfico sexual.
Un Puente hacia una Vida Mejor

Hay varias organizaciones disponibles para ayudar a las trabajadoras sexuales en Medellín, pero muy pocas se han acercado a la población venezolana. Sin embargo, esto no significa necesariamente que excluyen a las trabajadoras sexuales venezolanas del acceso a sus programas. Una de las organizaciones que está trabajando para cambiar esto es Las Guerreras del Centro.

Toro dijo que el objetivo principal de Las Guerreras del Centro es ser un catalizador para una vida mejor para ayudar a una mujer a sentirse empoderada. Una de las formas en que lo hacen es a través de varias piezas de desempeño y eventos realizados por ex trabajadoras sexuales.

Uno de sus eventos más populares se titula “Tejiendo Historias”. Realizado en el Museo de Antioquia en Plaza Botero, “Tejiendo Historias” les brinda a las personas la oportunidad de tejer con trabajadoras sexuales y aprender más sobre sus experiencias y quiénes son.

El objetivo de Toro es integrar a cinco mujeres venezolanas en su organización antes del fin de año. Ya han comenzado con María.

“Muchas mujeres venezolanas han cambiado su vida para hacer esto”, dijo Toro. “Esta organización puede ser un puente hacia una vida mejor”.

María dijo que quiere asistir a “Tejiendo Historias” para ver si está cómoda con la integración de esta organización en su vida.

A los ojos de María, este trabajo es un sacrificio que ella está haciendo por sus hijas. En el corazón de María, es un sacrificio que la hace llorar y una sensación de disgusto que no se puede lavar. No importa cuántas duchas ella tome.

“Mi esperanza es traerme a mis niñas aquí para poder dejar esta vida.”

María, 24, migrante venezolana

Pero estas son lágrimas y sentimientos que ella está dispuesta a soportar si eso quiere decir reunirse con sus hijas.

“Mis hijas son mi mayor preocupación, y haré lo que sea para darles lo que quieren y necesitan”, dijo María. “Sé que cuando crezcan, habrá un momento en que me sentaré con ellas y les contaré, y ojalá que me agradezcan todo lo que estoy haciendo”.