Educación

El Precio de los Sueños

Niños sacrifican su educación para apoyar a sus familias.

Se necesitaban cuatro arepas para llenar el estómago de Jeham Carlos, de 6 años de edad. Pero decidió sobrevivir con solo dos mientras sus padres luchaban por mantener suficiente comida en su casa en Venezuela.

Nunca le dijo a sus padres que aún tenía hambre. El no quería que se preocupan por él, ellos ya tenían suficientes preocupaciones. Tres años después, su madre, Alejandrina, llora al escuchar por primera vez a su hijo hablar sobre este tierno sacrificio.

Jeham, un niño delgado, tiene más comida en Medellín, pero viene con un precio. Alejandrina, que tiene rizos negros oscuros y ojos color avellana, comenzó a vender café en Parque Berrío cuando la familia llegó en octubre del 2018, pero el dinero no era suficiente para apoyar a su familia. Jeham se sentaba en un banco verde y viejo, viendo a su madre luchar. Le preguntó si podía vender dulces o “confeti” - no podía soportar seguir viendo cuánto trabajaba su madre sin hacer nada para ayudarla.

Ahora, en lugar de ir a la escuela, vende paletas rojas en forma de corazón en el mismo parque con árboles y esculturas, el tipo de parque donde las familias suelen tener un picnic. Pero localmente, el parque es asociado con drogas, pandillas y prostitución. Las pandillas lo asustan, pero no a encontrado otra manera de ayudar a su familia.

Alejandrina dice que al principio estaba preocupada por el trabajo de Jeham.

“Fue difícil al principio. Como madre, me senti mal,” dijo. “Yo decía ‘Dios, el es solo un niño que no merece este tipo de vida.’”

Ahora, Alejandrina dice que se siente orgullosa de la fortaleza de Jeham.

El sistema educativo de Medellín dice que a todos los niños migrantes que buscan educación se les da la oportunidad, pero muchos jóvenes venezolanos como Jeham no asisten a la escuela o corren el riesgo de abandonar la escuela debido a la falta de recursos. Otros no se inscriben porque temen la deportación o no tienen fondos suficientes para los útiles escolares, la comida diaria y los costos de transporte. Según el Comité Internacional de Rescate, aproximadamente el 50 por ciento de los niños venezolanos en Colombia no están matriculados en la escuela.

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BRAZOS ABIERTOS

El sistema educativo de Medellín recibe a inmigrantes venezolanos
Medellín, Colombia le ofrece la oportunidad de estudiar al 100% de los niños inmigrantes.
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*Los datos provienen de la Secretaría de Educación de Medellín
El 3% de los estudiantes de Medellín son venezolanos, y aún así hay espacio para 22.000 más.

En cambio, el 8% de los estudiantes en ciudades fronterizas son venezolanos. En esta región, faltan 8.000 puestos adicionales para suplir la necesidad.
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*Los datos provienen de la Secretaría de Educación de Medellín y The New Humanitarian
La migración afecta la asistencia escolar de los niños y jóvenes venezolanos, con tasas de inasistencia de 40% entre inmigrantes.
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*Los datos provienen del Banco Mundial
A pesar de que el sistema educativo de Medellín esté abierto para los estudiantes venezolanos, muchos jóvenes luchan con factores adicionales a estas garantías institucionales.
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Se estima que hay 104.173 niños en Colombia sin documentos legales que les den acceso a servicios públicos, incluyendo pasaportes, la Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF) o cédulas de extranjería. Cuando un niño venezolano ingresa al sistema educativo de Colombia, debe ser reportado a Migración Colombia con documentos oficiales. Por miedo a ser deportados, muchos niños no van al colegio.
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*Los datos provienen de la Secretaría de Educación de Medellín
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Los padres suficientemente afortunados de encontrar cupo escolar para sus hijos tienen problemas para pagar los uniformes y útiles escolares.

Todos los estudiantes deben usar uniformes en los colegios públicos y privados. La mayoría de ellos tienen dos versiones: uno de uso diario y uno para educación física. Cada uniforme cuesta aproximadamente 42.000 pesos ($16,80 USD).

Cada libro cuesta aproximadamente 32.000 pesos ($12,80 USD) y un morral cuesta 17.000 pesos ($6,80 USD).
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*Los datos provienen de The New Humanitarian y Human Rights Watch
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La alimentación balanceada no sólo contribuye a la permanencia escolar, sino también al rendimiento en las clases. A los niños que van al colegio con hambre les cuesta más concentrarse y a menudo se atrasan.
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*Los datos provienen del Ministerio de Educación de Colombia
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El transporte escolar cuesta 1.100 pesos colombianos, aproximadamente 35 centavos estadounidenses. La mayoría de los niños caminan al colegio para ahorrar, y la caminata puede tardar hasta 30 minutos. Cerca de la frontera, hay niños que caminan hasta 6 millas ida y vuelta cruzando el puente internacional Simón Bolívar de Venezuela a Colombia. Cada viaje tarda aproximadamente 2 horas.
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*Los datos provienen del Banco Mundial y The New Humanitarian
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A los 9 años, Jeham es la única fuente de ingresos del hogar. En un buen día, trae 40,000 pesos Colombianos, alrededor de USD $10. Dos dólares se gasta en la renta, el resto se gasta en alimentos, electricidad, agua y ahorros para medicamentos.

Jeham ha logrado ahorrar COP $40,000 en el último mes. Lo usó para comprar un Game Boy, su única fuente de distracción y diversión.

“Compré un juguete para mi primo en casa”, dijo Jeham. “Nunca podía comprar juguetes en Venezuela.”

A young boy named Jeham Carlos looks over his shoulder at the camera. He wears a red and navy striped futbol jersey.

Jeham Carlos, un niño de 9 años, ya no va al colegio. Vende caramelos en la calle para ayudar a su mamá a pagar el alquiler del apartamento de una habitación que comparten con su abuela y una amiga de la familia.

Comparten un alquiler de una habitación en Medellín con la madre de Alejandrina y una amiga.

Es una casa pequeña con paredes de ladrillo rojo, algunas tienen pintura descascarada con grietas. La cocina consiste de un fregadero de plástico blanco, un solo quemador eléctrico, una mini nevera y cuatro platos, lo suficiente para las cuatro personas que viven allí.

Hay solo una cama donde duermen Jeham y Alejandrina. Es del tamaño de una cama de residencia universitaria, se siente más delgada que una almohada y dura como una piedra. La abuela de Jeham y la amiga de la familia duermen en el rígido piso de baldosas rojas y blancas.

La muda a Medellín es temporal. Alejandrina planea guardar suficiente dinero para comprar los materiales para el nacimiento de su segundo hijo, en junio, y volver a casa. Debido a la escasez y al aumento de la inflación, se espera que las mujeres embarazadas compran el medicamento y cualquier otro material que sus médicos puedan necesitar en Venezuela. Una amiga cercana de Alejandrina murió poco después de dar a luz porque los médicos no tenían antibióticos.

Alejandrina está en vacaciones por maternidad en su trabajo como maestra de una escuela pública. No quería usar su apellido porque si el gobierno descubre que ella se fue de Venezuela, sería despedida. Ella y su familia se fueron sin decirle a nadie, sin sellar el pasaporte en la frontera, ni solicitaron permisos de trabajo, para no estar registrados en Medellín. Ella está convencida que su hijo necesita nacer en Venezuela, para que el niño pueda tener la ciudadanía.

“No hay derecho de ciudadanía en Colombia”, dijo Alejandrina. “Así que dar a luz aquí no era una posibilidad.”

'Todo estudiante pasa'

Mientras el país intentaba superar la crisis económica y política, la familia de Jeham luchaba por salir adelante. Con el tiempo los padres de Jeham se separaron.

“Tal vez porque no sabíamos cómo manejarlo”, dijo Alejandrina.

Jeham asistía una escuela privada en Venezuela, antes de la separación, donde Alejandrina era la directora. Pero cuando la comida, el medicamento y el dinero empezaron a escasear, Alejandrina se vio obligada a encontrar un segundo trabajo como maestra pública. Se sabe que su familia es de la oposición, por lo que, para obtener el trabajo, tuvo que mudarse a una nueva ciudad y prometer lealtad a Hugo Chávez.

En 2006, el sistema educativo cambió en Venezuela, y el gobierno ahora utiliza a los maestros para difundir propaganda.

Lisbeth Marcan fue maestra de una escuela pública en Venezuela durante 25 años antes de emigrar a Medellín en mayo de 2018. Ella dice que el gobierno eliminó algunos de los materiales más importantes. En lugar de centrarse en la enseñanza de español, se vio obligada a enseñar a sus estudiantes sobre los “héroes socialistas” en Venezuela como Ezequiel Zamora.

A woman named Lisbeth sits on a concrete bench outside. She wears blue jeans, a blue and white striped polo shirt, and a grey volunteer’s vest.

Lisbeth Marcan fue maestra en Venezuela por 25 años. En Colombia, no ha logrado revalidar el título, así que limpia casas y es voluntaria para ayudar a otros venezolanos.

Los requisitos para retener a los niños en la escuela también cambiaron. Bajo el nuevo sistema, los maestros primero deben obtener el permiso de los padres y luego del gobierno.

“Como resultado, todos los estudiantes pasan,” dice Marcan.

Pasando tanto tiempo juntos, los niños notaron la disparidad entre ellos, aun cuando se les enseñaba los principios del socialismo. Los niños constantemente le preguntaban a Marcan por qué no eran iguales a todos si vivían en una sociedad socialista.

“Trajo dos colores a clase; Voy a quitarle uno porque somos iguales y él tiene que tener uno, y yo tengo que tener uno ,” decían sus hijos.

Alejandrina tiene experiencia en los sistemas educativos públicos y privados. Ella dijo que los niños en ambos sistemas sufren de la crisis. Los niños que supervisaba en la escuela privada tenían todo lo relacionado con alimentos, útiles escolares y zapatos, pero se vieron afectados psicológicamente.

“Muchos de ellos lloran en los salones. Extrañan a sus padres que se fueron para darles una mejor vida.”

Alejandrina, una profesora venezolana

Pero los niños que ella enseñaba en la escuela pública fueron más afectados.

“Cuando regresamos del verano, los niños estaban muy delgados y irreconocibles”, dijo Alejandrina.

No tenían útiles escolares, zapatos ni comida. Como maestra, tuvo que aceptar a los estudiantes jóvenes de cuarto grado que llegaban tarde porque estaban cuidando a sus hermanos menores.

Jeham también se dio cuenta de las necesidades entre sus compañeros de clase.

“Me sentí muy mal. “A veces traían un plátano, y eso era lo que comían todo el día,” dijo Jeham.

Una investigación realizada por The New York Times, encontró que 21 médicos en Venezuela dijeron que los niños con desnutrición severa están llenando las salas de emergencia, una condición que rara vez veían antes de la crisis.

Marcan dice que los niños son los más afectados durante la crisis.

“Es fuerte ver que un niño se te desmaye durante el himno porque no ha comido.”

Lisbeth Marcan, ex maestra de escuela venezolana

La mayoría de los niños ahorraban su única comida para la cena o tomaban el agua que sobraba al cocinar con sal para el desayuno y el almuerzo.

“Tienen un alto nivel de malnutrición, ya que su crecimiento y desarrollo cognitivo no son los mismos”, dijo Marcan. “En lugar de pensar en matemáticas, están pensando en comida”.

Ella dice que aunque el presidente Nicolás Maduro creó un programa llamado Programa de Alimentación Escolar, no es suficiente. La comida llega cada ocho días, y la mayor parte está dañada. Marcan dice que la comida era suficiente para 200 niños en su escuela de 1,000. La escuela se vio obligada a priorizar a los estudiantes que pasaban más tiempo allí y lo que quedaba era para los estudiantes más pequeños.

Aunque maestros como Marcan y Alejandrina querían ayudar a sus estudiantes, su pago no eran suficientes. Cada dos semanas, los docentes reciben $18.000 bolívares, apenas lo suficiente para medio kilo de queso.

'Sus vidas están completamente cambiadas'

Hoy, Marcan trabaja limpiando casas porque no pudo transferir su título de maestra a Colombia. En su tiempo libre, ayuda a los niños venezolanos que emigran a Medellín y no se están adaptando a sus nuevas escuelas.

“Sus vidas están completamente cambiadas”, dijo Marcan. “Cuando un niño venezolano se te acerca … te ha estado pidiendo ayuda”.

El Ministerio de Educación de Medellín dice que el alcalde Federico Gutiérrez prometió acceso a la educación a todos los niños migrantes. Hoy en día, hay más de 8,900 niños venezolanos inscritos en el Sistema Educativo de Medellín. Aunque muchos colombianos piensan que los niños venezolanos están quitando la educación a los niños colombianos, el Ministerio de Educación dice que no es cierto.

“Quiero aclarar que ninguno de los niños venezolanos está quitando los lugares a los niños colombianos”, dijo Julián Henao Zapata, coordinador. “Actualmente, Medellín tiene una capacidad de 333,000 niños y solo 308,000 están inscritos.”

El Ministerio de Educación cree que la educación es la mejor estrategia de seguridad para mantener a los niños alejados de las drogas, las pandillas y otros problemas que pueden ocurrirles a los niños vulnerables.

“El derecho a la educación es un derecho fundamental que no está vinculado a ningún estado migratorio”, dice Viviana Palacio Revello de comunicaciones. “El sistema educativo de Medellín se ha abierto a los niños inmigrantes venezolanos a pesar del estatus migratorio que tienen”.

Ese no siempre ha sido el caso. La falta de papeleo es una gran barrera para los niños migrantes.

Anyelis Juarez Duran, de 15 años, y su hermano Angelos Juarez Duran, de 13, han estado en Medellín aproximadamente dos años y perdieron un año de escuela cuando llegaron. En lugar de ir a la escuela, la pareja vendía comida en la calle pero no veía ganancias. La frustración de no asistir a la escuela fue aumentando, especialmente para Anyelis, que acaba de celebrar su quinceañera, una tradición latina que simboliza la transición a la edad adulta. Anyelis ha estado actuando como la adulto en su familia mientras su madre está trabajando.

Two teenagers sit on the concrete steps of their school, smiling, surrounded by their peers. They wear blue and white uniforms.

Angelos (izq.) y Anyelis Juarez Duran perdieron un año escolar cuando llegaron a Medellín. Según la Secretaría de Educación de Medellín, todos los niños venezolanos tienen el chance de entrar al sistema educativo aunque no tengan papeles.

“Quería estudiar, y muchas veces iba a averiguar cosas mientras mi madre trabajaba”, dijo Anyelis. “El director me envió al núcleo educativo donde me dieron un paquete de validación para completar”.

Los hermanos dicen que sus compañeros los han ayudado a adaptarse al sistema educativo. Sin embargo, llegar allí no fue tan fácil. La educación siempre ha sido una de los sueños de Anyelis, y ella se encargó de hacerlo realidad.

Un día, Anyelis se despertó y decidió matricularse en la escuela. Se vistió y caminó hasta la escuela más cercana para explicarle su situación al director actual. Su hermano, Angelos, dice que se siente afortunado de tener a Anyelis.

“Anyelis fue la que se movió para el lugar para la escuela”, dijo Angelos. “Ella hizo muchas cosas para que pudiéramos estudiar y si no fuera por ella, no estaríamos estudiando en este momento”.

El Ministerio de Educación dice que trabajará con niños migrantes que no tienen ningún papeleo o recursos.

“Ellos creen que les pediremos sus documentos, o se les recomendará que acudan a los servicios de migración para resolver sus problemas y hacer que regresen”, dijo Zapata. “Pero no es así”.

La transición de Angelos a la escuela no ha sido fácil, y dice que las clases son más difíciles. Muchos estudiantes se sienten presionados porque llegan a Colombia teniendo que alcanzar el nivel de los estudiantes en Colombia.

“Los niños llegan con un bajo nivel académico”, dijo Marcan. “Muchas veces los niños tienen que ser retrasados dos años”.

Cosas tan simples como los libros escolares pueden tener un efecto significativo en los niños. En Venezuela, los niños tienen tres libros escolares, pero cuando llegan a Medellín, tienen nueve.

“Entonces ese ritmo de vida los golpea porque cambia su vida por completo”, dijo Marcan.

Las diferencias entre el mismo idioma pueden afectar la relación entre profesores y estudiantes.

“Les choca, y piensan que el maestro está siendo grosero o no puede entenderlos”, dijo Marcan.

El sistema educativo de Medellín dice que ofrece programas de tutoría para todos los niños, incluyendo a los niños migrantes.

“Cuando los estudiantes se registran en el sistema educativo de Medellín, automáticamente tienen los mismos derechos que todos los demás niños”, dijo Zapata. Aunque muchos venezolanos no conocen los programas disponibles, pueden obtener descuentos en el transporte, suministros, donaciones de uniformes y tutoría.

A pesar de la ayuda que pueden acceder los migrantes, los niños como Anyelis y Angelos todavía corren el riesgo de perder el acceso a su educación debido a la falta de recursos. Su madre perdió su trabajo y se acerca la fecha para pagar la renta.

“Es una pena porque ella siempre se siente avergonzada y tiene ganas de llorar porque nos trajo aquí para algo mejor”, dijo Anyelis.

La familia ha estado tratando de encontrar una solución, aunque eso significa estar separado. Angelos y su hermanito se irían con su madre a una granja donde podrían trabajar y estudiar. Pero tendrían que dejar a Anyelis para estudiar.

En la finca, la calidad de la educación es baja. Los estudiantes solo tienen que asistir tres veces a la semana y realizar la mayor parte del aprendizaje por su cuenta. Anyelis quiere seguir luchando por su sueño de ser veterinaria, pero el futuro de su educación y su situación de vida es incierto.